Falange
Los documentos de esta carpeta, divididos en dos carpetas, y al parecer procedentes del antiguo archivo de FET y de las JONS, revelan con claridad la organización falangista en una modesta localidad como Los Silos, engullendo a Acción Ciudadana. Los textos, datados entre 1937 y 1943, son de variada temática y la mayoría utilizados (los del bloque 1) en un pequeño artículo publicado en la revista Rumbos nos 5-6 (1980): «Algunas notas sobre la vida política de Los Silos (Tenerife, 1931-1942», que se puede descargar en esta web.
Entre ellos pueden encontrarse ejemplos de la represión efectuada por los falangistas, verdadera policía política del municipo, que tanto recopilaba en listados a los «peligrosos» elementos republicanos y de izquierdas de la II República como recogía (véase la nota manuscrita de un diligente cargo falangista) hasta chistes y bulos con expresión de las personas que lo hagan en plena II Segunda Guerra Mundial. Los dos listados de la represión, de 1937, no tienen desperdicio: el más amplio contiene 78 personas clasificadas con una letra a su izquierda (A: de derechas o monárquicos; F: del Frente Popular; R: republicanos); otro contiene unas sucintas «biografías» con expresiones que denotan el odio de los represores, más allá de las diferencias ideológicas.
Junto a este tipo de documentos hallamos otros de propuestas de actuación económica en 1937, que moverían hoy a la sorpresa o el regocijo: desde el plan de construcción de embalses en los barrancos del Agua y de Los Pasos para almacenar agua para el regadío hasta la sustitución de los cultivos de plátano y tomate por tabaco y frutales. También resultan curiosos los textos y comentarios de algunos delatores institucionalizados, fruto de la observación feroz a que sometían a cualquier persona, incluso de derechas, que de alguna manera pudiera disentir de la plena adhesión al fascismo en la etapa más comprometida del régimen franquista con las potencias del Eje.
Los documentos del bloque 2 muestran hasta qué punto se extendía la influencia de Falange (en realidad, un pequeño grupo del municipio) en todos los órdenes, pues sus «informes» certificando todo tipo de cualidades y condiciones o descalificando a otras personas podían significar una oportunidad laboral o de otra índole o negarla. Sencillamente, la supervivencia en una etapa de escasez y hambre, carencia de libertades e inexistencia de división de poderes pendía del juicio o capricho, del favor o inquina, caridad (nunca justicia) o rencor de unos pocos individuos pertenecientes a una organización que se dirigía directamente al jefe provincial del Movimiento, el gobernador civil. Se reparará en el grado de vigilancia estrecha, hasta en los últimos años de la Guerra Mundial, a que estaban sometidos los antiguos republicanos transcurridos cinco o seis años del triunfo del bando nacional en la Guerra Civil. Ningún movimiento de los peligrosos elementos de izquierdas les pasaba desapercibido a los eficaces y temerosos (en el fondo, es miedo) jefes y chivatos falangistas, sobre todo tras el desembarco de Normandía (6 de junio de 1944). Por ejemplo, el informe de 4 de octubre de ese año instaba al gobernador civil la incautación de la radio existente en el bar de Cecilio López, junto a la plaza principal de la localidad, pues allí se reunían todos los elementos izquierdistas del pueblo para escuchar informaciones de la contienda procedentes de emisoras extranjeras, y al salir salen dichos individuos de tal bar comentando las noticias y haciendo alarde de un próximo cambio de la política española. Además de ese establecimiento, en la documentación se revelan otros puntos de reunión de estos pocos republicanos, ciertamente arriesgados: la farmacia y la propia plaza, de noche —se puntualiza con cierto escándalo que podían estar hasta medianoche— en corrillos de hasta cuatro o cinco, opinando o compartiendo información de manera sigilosa.
Naturalmente, conforme avanzaban las tropas aliadas cundía el nerviosismo entre los falangistas: el 1 de mayo de 1945 (Hitler se había suicidado el día antes y en los primeros días de mayo se irían rindiendo los alemanes hasta el 8 de mayo), el jefe local de Falange, preso del pánico, planteó a la jefatura provincial el reparto de armas entre falangistas y personas de orden que parezcan de especial confianza del comandante del puesto de la Guardia Civil y de esta jefatura. La razón era que los republicanos de Los Silos, supuestamente alentados por el inminente final de la guerra en perjuicio del eje nazi-fascista, tienen grandes esperanzas de volver a las andadas, por lo que parecía crucial adoptar medidas de seguridad para evitar que en un momento determinado algún loco extremista pueda intentar [sic] contra la seguridad del Estado y de la Falange. Locos y extremistas seguramente los había, pero más bien entre los redactores e impulsores de los informes, a juzgar por los documentos.