19-06-19

   Sepan quantos esta carta vieren cómo yo, Lázaro Perera, vezino del lugar de Texina, otorgo y conosco por esta presenta carta, por mí y mis herederos y suszesores, que doy a sensso y trivuto perpetuo ynfitesosis, de agora para siempre jamás, a Jazinto Morín, vesino de la Punta de Hidalgo, para él y para quien su poder tubiere, conviene a saber: un solar y sitio que yo e tengo en el término de la Punta, en las cavessadas donde dizen el lomo de Izián, que linda por un lado el barranco que dizen de P.º Hdez. el Corcovado, y por otro lado tierras del maeso de campo Mateo Días, y por el pie solar de Juan Gutierres y tierras que […?] y por la cavesada […] que di a Juan Guerra, que oy es de dicho Juan Morín, todo lo que uviere poco o mucho devajo de los dichos linderos […].Fecha la carta en la noble ciudad de San Christóval desta ysla de Tenerife, en veinte y nueve días del mes de diziembre de mill y seiscientos y treynta y sinco años.

  Fuente: AHPSCT, Prot. Not., leg. 1.241, fols. 590 v.º-592.

   No caeré en la tentación de encomiar la importancia de la toponimia en los estudios históricos, suficientemente destacada por numerosos historiadores. En Canarias se ha avanzado mucho en las últimas décadas gracias a las ediciones de fuentes como protocolos notariales, actas de Cabildos, datas, etc., además de la labor de campo realizada con gran esfuerzo y paciencia por varios estudiosos. Con parsimonia, una parte de los resultados de esta labor se va incorporando a la cartografía, ampliando, concretando, corrigiendo no pocos errores y desatinos. Otras veces, algunos autores reproducen o copian lo ya establecido sin análisis, actualización, labor de campo o de archivo. Asimismo se incurre en ocasiones en la imprudencia de otorgar una absoluta credibilidad al testimonio oral, sin caer en la cuenta de que el lenguaje es vivo y se suceden las variaciones  ̶ algunas, de calado ̶  en los vocablos, desvirtuando las denominaciones originales. El término que traemos a colación es uno muy conocido y referido en artículos, folletos, «diccionarios de canarismos» (o similares), que apenas se limitan a copiarlo, cuando no trastocarlo a peor. Nos referimos a El Homicián, nombre que en las últimas décadas se confiere a un caserío de la Punta del Hidalgo (La Laguna).

   La escritura notarial parcialmente transcrita es, como enseguida se advierte, un censo o tributo perpetuo, enfitéutico, del que solo nos interesa por motivos obvios la primera parte relacionada con la ubicación de la propiedad sometida al contrato censual, prescindiéndose de las clásusulas habituales en este tipo de documentos. Aludamos con brevedad al contexto histórico, dado que en las lindes se cita al maestre de campo Mateo Díaz Maroto, que meses antes había solicitado la concesión de un señorío jurisdiccional en ese lugar (valle de Acúyar o Acújar), aprovechando la petición del primer donativo regio a las islas, con la consiguiente aportación de una cantidad de dinero a la Corona. Con la finalidad de engrandecer su naciente señorío, intento que fracasó poco después, Maroto había comprado otras tierras colindantes con las suyas (AHPSCT, Prot. Not., Leg. 279, f.º 296 v.º) y las tierras de otro personaje mentado en el texto: Pedro Hernández el Corcovado. El vendedor fue, justamente, Lázaro Perera, el mismo protagonista censatario del documento que nos sirve ahora, y posiblemente sea este propietario el que diese nombre al actual barranquillo de Perera que está próximo a la iglesia de San Mateo (puede que se trate del que entonces era llamado barranco del Corcovado). Pero descendamos a lo que realmente nos importa: la linde con el lomo de Izián. Este topónimo, con el transcurso del tiempo, como suele suceder con muchos nombres, pierde la preposición «de» y se convierte en el-lomoizián, y de ahí a elomizián, siempre contando con la economía del lenguaje y el pragmatismo coloquial, la evolución fue rápida, seguramente en el siglo XIX; pero sería en el siglo XX cuando alguien decidió conferirle un postín ortográfico con la «h» intercalada, y luego otros se encargaron de buscarle (y cuando se busca, se encuentra siempre) una explicación «científica» al nuevo palabro. En este caso el bautizo oficial corrió a cargo, y esto le concedió un halo de prestigio indudable (y poco menos que incontestable), nada menos que de José Peraza de Ayala, uno de los mejores historiadores canarios de la pasada centuria. En un artículo publicado en su Revista de Historia (n.º 41, 1938, pp. 3-5), acudió al derecho medieval para hallarle justificación leguleya a lo que, curiosamente, llamaba El Homicián o El Homiziam (esta última variante, como se aprecia, está cercana al original), asegurando que respondía el término al tecnicismo de la sangre y pérdida de la paz, en cuanto el antiguo derecho facultaba al ofendido o a sus familiares para vengar, designándose al culpable de la afrenta o crimen (violación o asesinato, se subrayaba) como homiziam. Lo extraño es que Peraza citaba a pie de página que en la obra Lo sublime en lo agreste del rico terruño de la Punta del Hidalgo (La Laguna, 1899), de Eugenio de Sainte Marie, se escribía Lomicián, e incluso en ella se afirmaba que correspondía esa forma a una contracción de Lomo de Siam (o sea, un razonamiento correcto, muy próximo a la realidad histórica, lo que denota que la transformación lingüística no hacía mucho que se había producido). Pero Peraza desdeñó esa explicación, que con posterioridad, ya en nuestra época, otros escritores no solo han respetado, sino que han aprovechado para hurgar en la supuesta justicia similar practicada por los bereberes, dando así un marchado indigenista a la impostura. Otras explicaciones, invenciones o añadidos no han faltado, con frecuencia agarrándose al morbo que propiciaba la propiedad de terrenos en la zona del «pirata» Amaro Pargo. Entre esto, la leyenda de unos homicidas venidos de Castilla y otras fantasías se ha sustentado el vocablo. Por ejemplo, en un folleto institucional actual, que informa sobre una excursión desde la Cruz del Carmen que culmina en la Punta se aporta esta parrafada en relación con el sudodicho El Homicián: Según la tradición oral, a este lugar acudía Amaro Pargo a reclutar gente para su barco [sic: al parecer, el corsario solo tenía un barco…]. Sin embargo, este barrio ha quedado muy ligado a la piratería, y su nombre deriva de homiciar, que en castellano antiguo significa asesinar. El problema es que el comerciante-corsario Amaro Rodríguez Felipe (Amaro Pargo) no tuvo propiedades en Punta del Hidalgo, sino su heredero Amaro José González de Mesa, tras una compra en 1757 (Amaro Pargo. Documentos de una vida, volumen 3. Reyes del mar, edición y estudio de Daniel García Pulido, Ángel Dámaso Luis León, Manuel de Paz Sánchez,  Santa Cruz de Tenerife, 2018, pp.262-280). Por supuesto, no existe tal verbo homiciar; por ejemplo, es imposible encontrarlo en el Diccionario de Autoridades  (1726-1739) o en el Tesoro de la lengua castellana o española, de Covarrubias (1611). Es más, recientemente (2018) se ha publicado la obra Diccionario de toponimia de Canarias: los guanchismos, del catedrático y Premio Canarias Maximiano Trapero, quien le da un giro extraño y remata aseverando que no se escribe Homicián, sino Omisián, pues según él, sin aportar prueba alguna, hay dos erratas: una h- inicial innecesaria, seguramente asimilada al recuerdo del término «homo» [sic], y una c hiperculta que pretende encubrir el verdadero sonido /s/ con que se pronuncia. De modo sorprendente, censura Trapero a Wölfel por recoger el topónimo en sus Monumenta, haciéndolo guanchismo por su propia cuenta, pues no cuenta con ningún antecedente en este sentido. Pues bien, el texto arriba transcrito deja claro el origen bereber y la verdadera grafía del topónimo.